El corazón que ha sufrido un infarto queda marcado para siempre. Aunque el paciente se recupere, las células de la parte que se vio privada de irrigación y se quedó sin oxígeno murieron y jamás volverán a la vida. A diferencia de otros tejidos, no se forman nuevas células cardiacas. En los casos más graves no habrá más remedio que acudir a un trasplante.
Ver la noticia completa en la fuente original